Para la mayoría de las personas, hablar de salud, representa: altos costos, tiempo y energía, por lo que pueden llegar asumir que se trata de un «gasto innecesario». Sin embargo el término que en realidad está ligado a la salud, es «inversión».

Estar saludables quizás parezca ser algo superficial, cuando en realidad es de vital importancia para tener una vida más productiva.

Hacer ejercicio, tener una alimentación balanceada y consultar al médico regularmente, forman parte de la mejor inversión que una persona puede hacer. De tal manera que quien cuida su cuerpo, previene cualquier tipo de enfermedades, además que contribuye a obtener una mejor calidad de vida.

La enfermedad, es una condición que arropa tanto al que la padece, como a quienes le rodean.

Una persona que se enferma, requiere atención médica, cuidados y tiempo, que en la mayoría de los casos son cubiertos por los familiares. Además del alto costo económico que pueda representar una enfermedad, también hay un desgaste físico y emocional para quienes llevan esta carga.

«Porque el que no invierte en salud, luego tendrá que invertir en su enfermedad»

El cuerpo es el templo de Dios

Dios le entregó al hombre un templo sagrado, y ése es su «cuerpo» como lo dice la Biblia en, 1 Corintios 6:19. Sin embargo, muchos piensan que Dios tiene la obligación de cuidarlos y protegerlos de cualquier enfermedad.

Usando frases como: «Dios es mi médico», «soy hijo de Dios, Él me va a cuidar» o «Dios me tiene que ayudar».

Sí, es cierto que Dios sana, pero la responsabilidad de mantener el cuerpo saludable es propia del creyente.

Es por eso, que debe pensar en la importancia de cuidar el templo que tiene. No abusando de él, ni teniéndolo en poco; sino siendo buen Administrador; haciendo todo lo necesario para mantenerlo saludable.

«Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios» (1 Corintios 6:20).

Es por ello que el Señor en esta palabra, les da a sus hijos este mandato de honrarle a través del espíritu y el cuerpo. Esto implica cuidarlo tanto espiritual como físicamente. Y aunque para muchos es vanidad, la palabra lo afirma como un mandamiento muy importante.

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